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Cómo llegamos a la iglesia del siglo XXI - Parte II: Las castas socio-evangélicas

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Hechos  4:32-35 “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.” Desde lo que yo entiendo, este pasaje no está dando una orden ni una sugerencia de que ahora todos debemos vender todo lo que tenemos y empezar a repartir a diestra y siniestra dentro de la congregación. Creo más bien que se trata del relato de un hecho que forma parte importante de la historia de la primera iglesia, aunque no deja de exhortarnos a ayudar a los más necesitados. Porque el mismo Pablo trabajó para no ser una carga para nadie (Hch. 18:1-

Cómo llegamos a la iglesia del siglo XXI – Parte I

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La iglesia, pienso yo, se suponía que estuviera compuesta por la siguiente mezcla: 1º Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y   con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente (Lucas 10:27, entre varios más). 2º Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lucas 10:27b, ídem al primero). 3º Que todos sean uno; como el Padre es en el Hijo, y el Hijo en el Padre, que también todos dentro de la iglesia sean uno en Ellos; para que el mundo crea que el Padre envió al Hijo (Juan 17:21).  Ahora bien, precisamente porque: 1- nadie nunca jamás iba a amar a Dios con todo su corazón, su alma, sus fuerzas y su mente; 2- ni nadie nunca jamás iba a amar al prójimo como a sí mismo; 3- ni ningún grupo de personas dentro de una congregación nunca jamás iba a estar tan unido el uno con el otro como lo están el Padre y el Hijo, o sea, 4- porque ningún ser humano desde la creación ha sido ni nunca jamás será capaz de agradar a Dios en sus propios méritos, Fue