Oraré por ti
Todos hemos sido testigos de que cuando alguien está
pasando por un momento de aflicción y pide oración para ser librado, por lo
general recibe una avalancha de la misma respuesta: "Voy a orar para que
Dios haga Su voluntad." No son muchos los cristianos que se animan a
responderle, "Así lo haré, mi hermano. Oraré para que el Señor ________
(sane tu hijo, te dé un empleo, te provea el dinero, etc., etc., etc.)"
Pero veamos algunos ejemplos de hombres y mujeres que
clamaron a Dios por algo específico:
- David sabía que su hijo con Betsabé iba a morir, pero
aún sabiendo que ésa era la voluntad de Dios, él ayunó drásticamente e
intercedió incesantemente para que su hijo no muriera (2 Samuel 12:15-19).
- Cada vez que el pueblo hebreo estaba bajo la esclavitud
y la crueldad de sus enemigos, imploraba para ser librado (una de las
muchísimas veces está resumida en 1 Samuel 12:10-11).
- Ana entró al templo a clamar por un hijo (1 Samuel
1:9-11).
- Los diez leprosos suplicaron ser limpios y aún el Señor
sabiendo que sólo uno iba a ser agradecido, hizo el mismo milagro en todos
(Lucas 17:12-14).
- La mujer con el flujo de sangre no se acercó a tocar su
manto porque era fan del Maestro o porque la tela era bonita y suave. Lo hizo
para ser sanada (Marcos 5:25-29).
- El centurión no mandó a buscar al Señor para decirle
que estaba de acuerdo con que su siervo se estuviera muriendo, sino para que lo
sanara (Mateo 8:5-13).
- Jairo tampoco buscó al Señor para que llorara
junto con él por su hija, sino para que la librara de la muerte (Lucas 8:41-56).
Y, como ya se imaginarán, yo podría llenar muchos
párrafos con ejemplos parecidos.
¿Hacia dónde me dirijo con este análisis? Pues bien, creo
que la mayoría nos hemos visto en un caso como el siguiente o por lo menos de
la misma magnitud en otro ámbito:
El hijo de un buen amigo está padeciendo lo indecible con
algún tipo de cáncer. Ese buen amigo se nos acerca y nos pide con angustia que
oremos para que Dios haga el milagro y sane su hijo. Y qué muy, muy fuerte es
escuchar la respuesta de "Fulano, yo voy a orar más bien para que Dios
haga Su voluntad." O sea que 'si la voluntad de Dios es que tu hijo siga
pudriéndose vivo, sufriendo dolores insoportables, que toda tu familia tenga el
alma y el cuerpo destruidos por el dolor y que tu hijo finalmente se muera,
entonces ésa será mi oración.'
Sobre todo que si la aflicción la está sufriendo el otro, ahí somos más prestos a pedir inquebrantablemente la voluntad de Dios. Pero si es a nosotros que nos toca, me da la impresión de que el estribillo "que se haga la voluntad de Dios" lo decimos con la boca para complacer peticiones, mas en nuestros corazones arde no la llamita de la esperanza, sino el incendio forestal de la agonía, de que si la voluntad de Dios no es lo que estamos pidiendo, pues a ver si con nuestra desesperada y constante súplica logramos torcerle el brazo y que la cambie a nuestro favor.
Sobre todo que si la aflicción la está sufriendo el otro, ahí somos más prestos a pedir inquebrantablemente la voluntad de Dios. Pero si es a nosotros que nos toca, me da la impresión de que el estribillo "que se haga la voluntad de Dios" lo decimos con la boca para complacer peticiones, mas en nuestros corazones arde no la llamita de la esperanza, sino el incendio forestal de la agonía, de que si la voluntad de Dios no es lo que estamos pidiendo, pues a ver si con nuestra desesperada y constante súplica logramos torcerle el brazo y que la cambie a nuestro favor.
Yo creo que, en un genuino deseo de agradar a Dios y en
mi humilde opinión, a veces pareciéramos querer ser tan bíblicos, piadosos y
justos que hasta casi le ganaríamos al Señor mismo.
Me explico.
En todos los milagros de Jesús que los evangelios nos
muestran, nunca sus receptores fueron pidiendo la voluntad de Dios, sino ser
librados de su aflicción y el Señor obró a favor de todos, incluso de aquéllos
que no Lo apreciaban ni Le agradecían, como es el caso de los nueve leprosos,
sin reprocharles que no habían pedido la voluntad del Padre.
Y supongo que ya habrá quien ande pensando que yo no
quiero la voluntad de Dios, y de plano y porrazo (combinando ambas expresiones para ser enfática) aclaro que no es esto lo que
quiero decir.
La voluntad de Dios viene, como dicen los expertos de la
tecnología, por "default." Su voluntad no la cambia ni la detiene
nada ni nadie. Dios no anda inventando nuestro destino día a día. O creemos que
cada segundo de nuestra vida ha sido ordenado desde antes de la fundación del
mundo y que Él es Dios inmutable, o negamos todos Sus atributos y nos morimos
del miedo tratando de descifrar "¿y ahora qué se le va a ocurrir hacer
conmigo?"
¿Qué es la oración para mí? Una conversación con el Dios
y Padre Creador del universo, en la que Le expresamos nuestro marchito amor, nuestra
insuficiencia, pecaminosidad, dependencia, gratitud, adoración, nuestras necesidades
y nuestros deseos. Teniendo por muy cierto que la oración se eleva por
obediencia y no porque en manera alguna incline a Dios a cambiar Su voluntad.
"Pero Elías oró para que no lloviera y no llovió y luego oró para que
lloviera y llovió." Porque así mismito era que Dios ya lo había predeterminado,
inclinar el corazón de Elías a interceder para Él ejecutar Su voluntad a través
de este medio. Sin embargo, cuando el pueblo hebreo se vio frente al Mar Rojo y con Faraón persiguiéndolos, ellos más bien lo que hicieron fue morirse del miedo, quejarse contra Dios, y la respuesta fue que Dios abrió el mar y los hizo cruzar sanos y salvos, y encima de todo sequecitos (Éxodo 14:11-12). O por lo menos así lo veo yo.
¿Por qué pienso esto? Todos hemos sido testigos y
partícipes de cuántas veces hemos clamado a Dios por algo, a veces por años, con
ayunos, lágrimas, largas horas de lectura bíblica y meditación, en ocasiones unidos
en cientos y miles por una causa, y esto no cambia la voluntad de Dios. Y sin
embargo a veces sólo pensamos en algo que nos gustaría que sucediese y así nos
es concedido. Dios no necesita nuestras oraciones para ejercer Sus decretos; es
más, ni siquiera está esperando nuestra obediencia al respecto, ya que
precisamente porque Él sabía que somos absoluta y completamente incapaces de
obedecer fue que Cristo murió por nosotros y clavó nuestra desobediencia e
insuficiencia en la cruz. Y porque Él es Quien produce en nosotros el querer
como el hacer por Su buena voluntad (Fil. 2:13), sólo por eso somos inclinados
a orar, ya que toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, del
Padre de las luces (Stgo. 1:17), y yo estoy convencida de que un espíritu de oración es un regalo de Dios y
no algo que nos salga voluntariamente.
Así que por lo menos yo, cuando alguien me pide oración
por motivos reales (no porque su vajilla es corriente y se muere por una de
porcelana Limoges, o porque necesita una yipeta Lincoln Continental para
servirle mejor al Señor…) yo intercedo delante del Trono de la Gracia
exactamente por lo que la persona me pidió. Le digo a nuestro Poderoso Gigante
sobre la aflicción o petición de esa persona y suplico Su favor para él o ella.
No tengo que recordarle ni a Él ni a quien me pide oración que se haga Su
voluntad, porque hace rato que todos sabemos que eso es lo que sucederá.
Y quien se sienta mejor en su interior añadiendo el
estribillo en cuestión, pues amén y cada quien con el diseño que Dios le dio. Pero a modo
de sugerencia, no se lo digas a la persona en aflicción, porque lo que te pide
es que lo acompañes en oración por su necesidad. Y él o ella también sabe hace
rato que la voluntad de Dios se cumplirá. Y no te hará más piadoso ni mejor cristiano el decirlo. Y Dios tampoco está esperando que lo
digas.
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