¡No más abuso en la iglesia!
¿Quién es Boz Tchividjian? Aquí les dejo un resumen de sus credenciales:
Boz Tchividjian es un ex jefe fiscal de abuso
infantil y es el fundador y director ejecutivo de GRACE (“Godly Response to
Abuse in the Christian Environment” – La Respuesta Piadosa al Abuso en el
Entorno Cristiano). Boz es también Profesor de Derecho de la Facultad de
Derecho de la Liberty University, y es un autor publicado que habla y escribe
extensamente sobre temas relacionados con el abuso dentro de la comunidad de
fe. Boz es el tercero mayor de los nietos del Rev. Billy Graham. Es graduado de
la Universidad de Stetson y la Escuela de Derecho de Cumberland (Universidad de
Samford).
Hasta donde creo y entiendo, este hermano en Cristo parece contar con la calidad y la integridad de hablar sobre el tema de la violencia doméstica con autoridad. Es por esto que al leer su artículo original no dudé en pedir permiso para traducirlo y publicarlo:
http://religionnews.com/2014/09/12/whyistayed-churches-support-spousal-abuse/
http://religionnews.com/2014/09/12/whyistayed-churches-support-spousal-abuse/
Les exhorto encarecidamente que lo lean, lo compartan y se lo faciliten a quien lo necesite. No me cabe la menor duda de que este artículo podría salvar más de una vida.
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Muchos han
sido comprensiblemente sorprendidos y perturbados esta semana por el video de
jugador de la NFL, Ray Rice, golpeando su novia en un ascensor. Mientras yo
todavía estaba procesando este delito repugnante, me encontré con decenas de
tweets desgarradores de las víctimas de abuso en todo el mundo utilizando el
#WhyIStayed (Por Qué Me Quedé), expresando por qué habían permanecido con la
persona que había abusado de ellos. A medida que leía estos tweets, me di
cuenta de cuántas veces he oído las víctimas de abuso compartir que la Iglesia
fue la razón #WhyIStayed. Empecé a recordar cuántas veces he oído hablar de
mujeres que agotadas regresan con los que las maltratan y otra vez, porque eso
es lo que su iglesia les dijo que hicieran. Aquí hay tres dinámicas comunes de
las que he sido testigo en las iglesias que contribuyen a #WhyIStayed:
El abuso
no es abuso. Muchas iglesias han creado una comprensión distorsionada de abuso
físico que se produce dentro de los hogares. Se define como un asunto de “relación”
que debe ser abordado dentro de la “familia de la iglesia,” en lugar de un
asunto criminal que debe ser manejado por las autoridades. Hace poco escuché a un
pastor muy conocido responder a una pregunta acerca de qué hacer si una esposa
está siendo abusada físicamente por su marido. Ni una sola vez durante la
respuesta larga y aparentemente empática del pastor se dirigió o tan siquiera
exhortó a la víctima a ponerse en contacto con la policía. Lo que este pastor
probablemente no se da cuenta es que su silencio sobre reportar este delito da
el mensaje de que, de hecho, esto no es un delito. Las víctimas en este tipo de
entornos son a menudo convencidos por su agresor, o incluso a veces por otros
miembros de la iglesia, que ser golpeado físicamente es aceptable e incluso a
veces merecido. La policía rara vez es avisada.
En lugar
de ayudar a las personas vulnerables a entender la importancia de informar de
este comportamiento criminal, demasiados dentro de las iglesias prefieren empujar
las víctimas de regreso en los brazos de los abusadores, mientras se felicitan
y alaban a Dios por otra "reconciliación" exitosa. Estos cónyuges
víctimas se quedan con los que los abusan, resignados a la falsa creencia de
que eso es lo que Dios quiere que ellas hagan.
La
redefinición de abuso físico de ser nada más que una "cuestión
relacional" hace caso omiso de la ley, pone vidas en riesgo, y le dice a
los abusadores que su comportamiento criminal es aceptable siempre y cuando lo
desplieguen dentro de la casa.
Las
mujeres no son tan importantes. En mis años de hacer frente a los problemas de
abuso dentro de las comunidades de fe, he descubierto que las iglesias
dominadas por los hombres tienden a ser los que son más despectivos de las
mujeres que reportaron haber sido abusadas por un hombre. Esto puede ocurrir en
formas sutiles y no tan sutiles. Me dijeron recientemente acerca de una esposa
cuyo marido que abusaba de ella y luego echaba la culpa a un presunto trastorno
del sueño. En algún momento, esta mujer dijo algo a un amigo que llevó el
asunto a tratarlo con el liderazgo masculino de la iglesia. El marido era amigo
de muchos de estos líderes, usó el lenguaje correcto del “arrepentimiento” y
también redujo al mínimo el abuso. Satisfechos con que su amigo estaba
arrepentido, los líderes instruyeron a la mujer a permanecer en el hogar con su
agresor. En ningún momento los líderes informaron de la violencia a la policía,
o tan siquiera exhortaron a la víctima para que lo hiciera. Afortunadamente,
esta mujer escuchó un consejo más sabio y se fue. El liderazgo finalmente
amenazó con iniciar un procedimiento disciplinario contra ella por ignorar sus instrucciones
"Piadosas" de quedarse.
¿Tiene
esto algún sentido? Un marido abusivo es atrapado y dice las palabras
"correctas" a sus amigos y es rápidamente abrazado, mientras que la
mujer es disciplinada por sus amigos por tomar medidas para proteger su vida.
Demasiadas esposas dentro de nuestras iglesias son intimidadas a regresar a
hogares abusivos por sus líderes masculinos insolidarios, que abusan de su
autoridad y tergiversan las Escrituras, señalando a las víctimas que deben
"esforzarse más" y "no hacerlos enojar." Ésta es una forma
de abuso espiritual que re-victimiza las abusadas y les da permiso a los abusadores
para continuar su violencia contra una hija de Dios.
Solamente
quédate callada, no hables de eso. En su libro, “Esta Pequeña Luz,” Christa Brown
cuenta una vez que su padre había atacado a su hermana violentamente y el
pastor fue llamado a la casa. En lugar de abordar la infracción cometida por su
padre, el pastor dio instrucciones a la familia no hablar de ello, diciendo:
"Piensen en los demás... piensen cómo se sentirán ellos si se enteran de
que la policía tuvo que venir a una familia como ésta." Christa continuó
escribiendo, "Un par de horas más tarde, salí a mi clase de piano en la
iglesia. Todos continuamos actuando como si no hubiera pasado nada. En mi
familia, esto terminó siendo arrumbado con el resto de la enorme pila de cosas
de las que nunca hablamos."
Terriblemente,
la experiencia de la infancia de Christa no es única dentro de muchas iglesias.
Demasiados de nosotros conocemos a las víctimas de abuso que han sido instruidas
por un pastor o alguien en su iglesia para mantener silencio sobre el abuso, y
a que permanezcan con su cónyuge abusivo con el fin de "resolver las
cosas.” Convencen a estas abusadas que hacer lo contrario se considera que es
un "mal testimonio cristiano." La repugnante realidad es que esto no
tiene nada que ver con un "mal testimonio cristiano", y todo que ver
con una iglesia que se adora a sí misma, ya que
sacrifica sus vulnerables. El "mal testimonio cristiano" está
proclamando amar a Jesús, mientras se silencian las víctimas y se empujan de
nuevo hacia los puños de su agresor. Ésta es una abominación para el mismo
Evangelio proclamado por muchas de estas iglesias. ¿No entienden que Jesús dio
su propia vida por los más vulnerables y los abusados? Una iglesia que silencia
el abuso no ha encontrado a Jesús.
Cualquier
iglesia que redefine el abuso en lugar de detenerlo no es un lugar seguro. Cualquier
iglesia que devalúa las mujeres en lugar de respetarlas como iguales a los
hombres no es un lugar seguro. Cualquier iglesia que silencia a los oprimidos
en lugar de protegerlos no es un lugar seguro. Una iglesia segura no tolera el
abuso de las mujeres o de ninguna otra persona en cualquier aspecto. Una
iglesia segura empodera y equipa a todas las víctimas de alejarse de quienes
las maltratan. Una iglesia segura es donde el abusado puede dejar el abusador,
estando seguro de que es lo que Dios quiere que haga.
Es hora de
que los que estamos en la iglesia enfoquemos nuestra atención fuera del vídeo de
Ray Rice y empecemos a centrarnos en la forma de cómo podemos estar contribuyendo
a #WhyIStayed? Tenemos mucho qué confesar y mucho qué cambiar.
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