Si nos dañan, queremos venganza...

Salmos 94
94:1 Jehová, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas, muéstrate.
94:2 Engrandécete, oh Juez de la tierra; da el pago a los soberbios.
94:3 ¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Jehová, se gozarán los impíos?
94:4 ¿Hasta cuándo pronunciarán, hablarán cosas duras, y se vanagloriarán todos los que hacen iniquidad?...

94:7 Y dijeron: No verá JAH, ni entenderá el Dios de Jacob.
94:8 Entended, necios del pueblo; y vosotros, fatuos, ¿cuándo seréis sabios?
94:9 El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?
94:10 El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia?
94:11 Jehová conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad…

94:22 Mas Jehová me ha sido por refugio, y mi Dios por roca de mi confianza. 

94:23 Y él hará volver sobre ellos su iniquidad, y los destruirá en su propia maldad; los destruirá Jehová nuestro Dios. 



Dice el salmista en el Salmo 27:13 “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes.” Y a menudo traemos este versículo al corazón cuando las aflicciones y sufrimientos en general se agrupan, y nos hacen creer que ya no resistimos más. Sin embargo, veamos los versículos 11 y 12, de donde vino este 13: “27:11 Enséñame, oh Jehová, tu camino, y guíame por senda de rectitud a causa de mis enemigos. 27:12 No me entregues a la voluntad de mis enemigos; porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad.” La aflicción que estaba triturando el corazón del salmista en ese momento era la maldad de sus enemigos, “testigos falsos y los que respiran crueldad.” Y es que la angustia que nos causa la persecución de aquéllos que procuran lastimarnos en alguna forma, nos trastorna la mente, nos explota el corazón y nos enferma el cuerpo.

La mayoría de nosotros nos hemos visto en situaciones en que personas han hecho lo posible por dañarnos, ya sea física o moralmente. Cuando tergiversan nuestras palabras o nuestros hechos; cuando mienten abiertamente en contra de nosotros buscando nuestro perjuicio; cuando procuran hasta con diligencia hacernos mal para obtener algún beneficio o por el simple placer de satisfacer su pútrido corazón. Y cuando ese mal viene de parte de alguien en quien confiamos, el daño es doble. Y es que hay personas que disfrutan maquinando el mal, llevándolo a cabo y luego también se gozan cuando ven los frutos de su maldad. Desgraciadamente me han tocado algunos de éstos, aunque a Dios las gracias han sido pocos.

No voy a escribir sobre el perdón. Acerca de este tema ya hay mucho escrito y por grandes teólogos de todos los tiempos.

Quiero tratar sobre la venganza; ese deseo de satisfacer nuestra sed de justicia y cobrar esa cuenta a quien nos perjudicó.

A veces nos pasan años rumiando el mal que recibimos, fantaseamos mil veces ese momento en que nos estamos desquitando y los vemos humillados… Pero nunca sucedió. Y probablemente tampoco sucederá. O por lo menos no por nuestras manos o que necesariamente seamos testigos.

Hace algunos años me tocó vivir esa infausta experiencia. Una pareja de esposos en la que confiaba ciegamente terminaron demostrándome que en realidad eran emisarios de satanás. Mintieron a diestra y siniestra, hicieron mi nombre trizas, y siguieron sus vidas muy tranquilos. Viví momentos muy fuertes a medida que pasaba el tiempo y en ningún momento vi la más mínima intención de parte de Dios de hacerme justicia.

Y considerando que para nuestro Dios un día es como mil años y mil años como un día (2 Pedro 3:8), tal vez llegue yo a los 98 años de edad y no vea ese día. Pero aunque yo no lo vea finalmente entendí que ese día llegará; no porque yo ore mucho al respecto, sino porque Él lo prometió.

Todavía no conozco a nadie a quien le hayan hecho mal que no desee que se le haga justicia. Hasta con algo tan simple como comprar una comestible que salió dañado, conozco amas de casa que regresan de inmediato donde lo compraron a que les devuelvan el dinero o les cambien el producto. No importa lo insignificante que sea, nadie recibe el mal estoicamente. Y mientras más conocemos la Palabra de Dios, más amplio se vuelve nuestro sentido de justicia.

Es normal para el ser humano desear una indemnización por el mal recibido. Incluso no es pecado que pidamos a Dios que nos haga justicia. Lo que no debemos es dejar que ese sentido de justicia se haga desmedido, que nos envenene por dentro, nos quite la paz y hasta nos lleve a dudar de nuestro Dios. Cuando esto sucede nos convertimos en una fuente de amargura que enferma tanto el alma como la mente y el cuerpo, quizás más que el mismo hecho de maldad del que fuimos víctima. Sólo la gracia de Dios nos impide desmoralizarnos y caer al fondo del pozo, así que a Él debemos acudir para "alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos 4:16).

Este Salmo 94 identifica a nuestro Creador como “Dios de las venganzas” (dos veces en el versículo 1) y “Juez de la tierra.” Todas las cuentas por cobrar son de Él. E igual de nada sirve corrompernos por dentro y por fuera con un malsano deseo de justicia, porque nada sucederá fuera de la soberanía y voluntad de Dios. Y aunque Su tiempo nos parezca eterno, en Su tiempo todo es perfecto, tal y como Él es.

Pero nos recuerdo que lo mismo que pedimos para nosotros, también lo piden aquéllos a quienes nosotros hacemos mal. Y el "Dios de las venganzas" también les hará justicia.

No encuentro mejor manera de despedir esta entrega que con las palabras de Pablo en el siguiente texto:

Romanos 12:17-21

No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.

No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.

Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.

No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.



Comentarios

  1. Excelente reflexion Lucy! Yo misma he deseado ardientemente la justicia de Dios en situaciones que me ha tocado vivir! Pero es mejor confiar y estar calladanente delante del Señor y que el haga su voluntad siempre en nuestras vidas y en nuesteos enemigos gratuitos!

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    1. Así mismo es, querida amiga. Que nuestro buen Dios derrame Su gracia sobre ti y tu familia.

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