La gente nos ve por fuera y Dios nos ve reversible

Jeremías 17:9-10
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.

Si de verdad creyéramos 100% este texto, nos convertiríamos en los tres monos al mismo tiempo: no viéramos, no oyéramos, no habláramos.

Yo misma tengo la habilidad de pasar de muñeca Barbie a muñeco Chucky en una fracción de segundo. Mi mente es un indomable tsunami que solamente Cristo en Su infinita gracia detiene de vez en cuando, para darme un poco de paz y descanso. Él sabe que mis pensamientos son suficientes para causarme la muerte instantánea, a cualquier hora del día. Y de noche, ni hablar.

Haber visto mejor la superficie de este texto ha abierto la puerta un poquito más, de manera que me ha permitido apreciar mínimamente mejor la obra de Cristo en la cruz a mi favor. No hay forma de agradecer a mi Señor por el perdón que me regala. Todos decimos alguna vez que la salvación no tiene precio, pero ese entendimiento para mí subió a otro nivel.

A continuación les comparto lo que he visto en este versículo.

1) Supuestamente todos sabemos, más o menos, que el corazón es engañoso y perverso. Lo que no logramos aceptar o discernir es hasta qué punto. Bueno, hasta el punto que Dios Hijo se hizo hombre, vivió en medio nuestro pobremente y fue aborrecido a tal punto que lo asesinaron. Él puso su vida, la tomó nuevamente y venció la muerte para que tengamos vida en Él. ¿Alguien lo entiende? Porque yo no. Cuando el Señor nos concede entender un poquito lo engañosos y perversos que podemos llegar a ser, quiere decir que apenas estamos viendo el primer peldaño de esa escalera. Antes de este punto ni siquiera nos habíamos enterado que esa escalera existía.

2) “Yo Jehová” es el Único que conoce nuestro corazón plenamente. No se le escapa ni un micro milímetro. Mientras nosotros vamos por la vida haciendo y deshaciendo, en demasiadas ocasiones sin enterarnos cómo llegamos a nuestras propias maquinaciones y decisiones, Él las conoce y desglosa como si sólo fueran tres granitos de arena. Reconocer esto me da tanto terror que me paraliza. Otra vez, gracias Señor Jesús por la salvación que tengo en Ti. Yo no tengo forma de detener mi corazón y aun así no me apartas de Ti, que eres tres veces santo.

3) “Yo Jehová” escudriña la mente. Busqué el significado de la palabra “escudriñar” en el diccionario de la RAE y esto es lo que dice: “Examinar, inquirir y averiguar cuidadosamente algo y sus circunstancias.” En serio que estoy en shock. Esto es demasiado para mí. Dice el salmista en el Salmo 139:3-4 “Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.” Dios conoce lo que vamos a pensar. O sea, todavía nosotros no tenemos ni idea de lo que nuestra mente va a producir y ya Él lo sabe. Debería ser imposible que, habiendo entendido algo así, nosotros permitamos a nuestra mente fabricar lo que le plazca. Y sin embargo nos pasamos el día embriagados en nosotros mismos. Eso hace brillar mucho más el texto de Miqueas 7:18 “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.”

Honestamente no sé ni por dónde empezar a agradecer a mi Dios y gozarme en mi Salvador. Que el Señor nos marque el alma con yerra ardiente, enrojecida por el fuego de Su palabra. Tal vez cuando veamos la cicatriz nos sintamos inclinados a seguir Su camino en vez del nuestro.

3) “Yo Jehová” prueba el corazón. Aquí hablamos de las intenciones y entonces llegué al borde del colapso. Quiere decir que el favor que a veces hacemos con tanta buena disposición y prontitud, o el regalo que compramos o preparamos con esmero para entregarlo alegre y generosamente, no sirve de nada delante de Dios si lo hacemos con un propósito oculto. Si la intención no es la correcta, si más bien es buscar un beneficio o, como a veces sucede, alguna forma de venganza para que al otro le moleste o se sienta amedrentado por la razón que sea, sepan que “Yo Jehová” lo ve clarito y lo toma muy en cuenta.

Alguien me contó una vez el asco que le dio ver unos obreros comiendo su almuerzo tranquilamente, sentados en una acera, justo al ladito del gran charco de aguas negras en el que estaban trabajando. Me hizo énfasis en la repugnante fetidez del área, las náuseas que le provocó ese repulsivo olor en los pocos segundos que tuvo que andar por ahí. Y sin embargo esos hombres comían y charlaban como si estuvieran en el mejor restaurante. Y es que ésa es la vida a la que ellos están acostumbrados. Es su trabajo y se exponen a esa bazofia con demasiada frecuencia. Por eso no les afecta en lo absoluto. Pues eso mismo sucede con nosotros. Estamos tan acostumbrados a nuestro propio charco que ni nos inmuta.

¡Que no hay nada que podamos hacer para agradecer apropiadamente la salvación que tenemos en Cristo Jesús! ¡NADA!

4) “Yo Jehová” da a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. Y aquí ya caí redonda, con convulsiones y espasmos respiratorios, hablando en sentido figurado.

“A cada uno según su camino,” creo yo, habla de nuestros hechos. Nuestras acciones van dejando una línea del tiempo que habla de quiénes somos por fuera. Cada pequeña piedra, cada granito de tierra que forma nuestro camino es un hecho traído a juicio. Ya por aquí la palabra terror pasa a ser insignificante.

“Según el fruto de sus obras.” Ya no es terror lo que siento. La muerte misma me dejó ver su rostro. Según lo que yo entiendo, a la hora de dar a cada uno lo que Él le tiene reservado, Dios coge y pesa las consecuencias de nuestros hechos. El dolor, las lágrimas, los problemas, la angustia, la ansiedad, el daño físico y emocional, todas, todas las consecuencias que nuestras acciones produzcan a quienes dañamos, los receptores de nuestros pecados, Yo Jehová las incluye a la hora de repartir “a cada uno según su camino.” Al llegar a este punto estoy de la mano con un ataque de pánico. Nosotros mismos no tenemos ni una sospecha de todas y cada una de las consecuencias que nuestros actos han causado en los demás. Y las palabras "perdón, Señor" son casi invisibles e inaudibles. 

Haber entendido un poco mejor este texto me ha dejado exhausta. Estoy tan abrumada y paradójicamente tan agradecida a mi Señor. No hay palabras, ni hechos, ni intenciones, ni ofrendas que puedan pagar tan grande salvación. He quedado muda. Ni siquiera me atrevo a usar mi propia inspiración para ir delante de Su Trono. Voy a usar una prestada.

Salmos 130

De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. 
Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica. 
JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? 
Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado. 
Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. 
Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a la mañana,
Más que los vigilantes a la mañana. 
Espere Israel a Jehová, porque en Jehová hay misericordia,
Y abundante redención con él; 
Y él redimirá a Israel de todos sus pecados. 





Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Breve análisis de las estrofas de nuestro himno nacional

Sólo Jesús nos puede cambiar y nadie más

Cristo, sólo Cristo es nuestra justicia