Raíz de todos los males
Mateo 11:29
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas...
Quiero empezar compartiendo una anécdota que escuché hace
años.
Fulano De Tal se iba de viaje por largo tiempo y le dejó
su poderoso y lujoso vehículo a Perencejo para que le diera mantenimiento, lo
que incluía que Perencejo se quedara con él y lo usara como si fuera suyo. Según
el mismo Perencejo, no habían pasado dos días cuando ya él se dio cuenta que
estaba sucediendo un cambio en su interior. Empezó a creerse más importante y
percibió cómo la arrogancia se abría paso para mostrar sus garras. Y es así
como nace un chafandín. No tenía gran cosa para echarle gasolina, pero se
sentía todo un jeque árabe con tan sólo tener esas llaves en la mano.
Siempre que alguna celebridad me impresiona con sus
habilidades busco más información sobre él o ella. Me atrae saber cómo es tras
bastidores. Y si es arrogante y prepotente por lo general no me sorprende; lo
que sí me sorprende es cuando a veces se comporta con rasgos de humildad y simpatía. Y el
asunto está en que no hay que ser celebridad alguna para ser arrogante y
prepotente, porque el exceso de dinero y poder causan ese efecto en cualquier ser
humano.
Y aunque en serio que estoy cada vez más apercibida de la
verdadera faz del pecado, que no tiene bandera, no respeta linderos, es
implacable, voraz e irracional y lo alimenta el leviatán que todos llevamos
dentro, lo que sí todavía me cuesta absorber es esa misma postura de altanería
y soberbia, esa avaricia, esa codicia y ausencia de misericordia en los que insisten
en identificarse como hijos de Dios.
Bien dice Pablo en 1 Timoteo 6:10 “…porque raíz de todos
los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de
la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” Porque si leemos bien, el
problema no es el dinero. Abraham era muy rico; todos los reyes del pueblo hebreo
que fueron fieles a su Dios tuvieron grandes riquezas. José de Arimatea era
rico. Y sin embargo, el más gloriosamente rico de todos, a quien le dieron una
sabiduría que ningún hombre la tuvo antes que él ni lo ha habido después, ése
precisamente fue el más degenerado de todos, el rey Salomón. El problema en realidad es el
amor al dinero.
El dinero le salva el día a cualquiera. Resuelve la gran
mayoría de los problemas y necesidades del ser humano. ¡Ya quisiera yo que el
Señor me bendijera con unos cuántos millones! ¡Amén! ¡Dame boca de profeta,
Señor! O por lo menos eso es lo que yo quisiera. Y se arma este gran pleito
dentro de mí entre lo que yo quisiera y lo que Dios dice. Y me da tanta brega
estar de acuerdo con Dios en este renglón.
Porque dice 1 Timoteo 6:9 “Porque los que quieren
enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que
hunden a los hombres en destrucción y perdición…” Y yo rogando, “Pero Señor, Tú
puedes impedir que yo me convierta en un pedazo de carne lleno de altivez y
vanidad.” Y la mejor parte de la mayoría de este tipo de oraciones, “Además voy
a ofrendar más en la iglesia, a ayudar más a los pobres…” y por ahí seguimos,
haciendo promesas que nunca cumpliremos en su justa medida, mientras desarrollamos gran fluidez en el idioma de pluma de burro.
Por si cabía alguna duda, 1 Timoteo 6:11 ordena lo
opuesto, “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia,
la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.” ¿Cómo así? ¿Que yo no
debo procurar hacerme rico? ¿Que mejor debo HUIR, salir corriendo? Pues eso es
lo que dice, creo yo. Y no sólo salir corriendo de la tentación de hacerse
rico, sino esforzarse en seguir “la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la
mansedumbre.” Tiene que decirlo porque nadie busca seguir esas virtudes de motu
proprio.
Por supuesto, para todo en la vida la primera regla del
juego es Romanos 9:16 “Así que no depende del que quiere, ni del que corre,
sino de Dios que tiene misericordia.” Muchos usan este texto para hablar de la
salvación solamente, pero yo tengo la convicción de que ésta es la plataforma
que sostiene la creación entera. No se mueve un meteorito si Dios no quiere. Una
planta crece o muere conforme el designio de Dios. No se extingue una especie
si Dios no lo permite. Dios da el dinero y también lo quita. Él Mismo dice en
el Salmo 50:12 “…porque mío es el mundo y su plenitud.” Se nos olvida siempre
que hasta nuestro cepillo de dientes Le pertenece. Él da de lo Suyo a
quien Él quiera.
¿Pero qué sucede cuando alguien que se identifica como
coheredero con Cristo persigue las riquezas afanosamente? Me parece a mí que
esta actitud indica que no le cree a Dios.
Mateo 19:23-24 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De
cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra
vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que
entrar un rico en el reino de Dios.” Lo repitió dos veces. Hizo énfasis.
Lucas 12:20-21 “Pero Dios le dijo: Necio, esta noche
vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que
hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.”
Y si sumamos estos textos con los anteriores de 1 Timoteo
6:9-11, por lo menos yo llegué a la conclusión de que hay graves problemas en
tener el ferviente deseo y procurar hacernos ricos. Que si el Señor así lo
permite en Su soberanía y Su omnisciencia, pues amén. Pero no debe de ser una
meta en la vida de aquel discípulo cuyo Maestro es Jesucristo.
No estoy diciendo que no debemos procurar mejorar nuestra
calidad de vida. No se trata de esto. Es justo que tengamos el deseo de estar mejor, si nuestra condición actual así lo amerita, y es correcto que
así lo pidamos al Señor. Y el Único que puede ayudarnos a saldar nuestras deudas es nuestro Padre Celestial. A Él debemos pedir provisión para los fines de lugar. Desde el principio estoy hablando de que el deseo de
hacernos ricos no creo que venga de Dios.
Dentro del pueblo de Dios a todos nos atrae, un poco más
o un poco menos, la teología, la escatología, la apologética y cualquier otro
tema de estudio bíblico que sea interesante y suene inteligente. Y nos
entusiasmamos cuando aprendemos algo nuevo sobre el tema que más nos apela. Y
qué bueno que hay quien dedique tiempo a estudiar estas áreas que son
imprescindibles para la defensa de la fe y el crecimiento del Reino de Cristo.
Pero esto había que hacerlo sin borrar lo otro, lo que el Maestro Mismo nos
ordenó, que aprendiéramos de Él a ser manos y humildes de corazón. Para nuestro
propio mal, esta asignatura no es nada atractiva ni popular.
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