Sólo puede haber UNA verdad

Juan 14:6
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

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Por demasiado tiempo me limité a depositar toda mi confianza en algunos maestros y daba por bueno y válido casi todo lo que me enseñaban.

En Su gracia infinita, un maravilloso día se agolparon tantas dudas y tormentas en mi mente y corazón, que por primera vez pude ver que estaba en el fondo, al borde de la muerte, y que era hora de salir a flote. Y mi Poderoso Gigante vino a mi rescate, llevándome a indagar y buscar Su versión de los hechos.

Desde entonces una de mis súplicas continuas ante mi Salvador es que no me deje desviar de Su verdad. Que en realidad, y de manera especial para mí, es la única que hay, pero para la gran mayoría de los seres humanos “nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira.”

Viendo la interminable lista de profetas, doctrinas y líderes en todo el mundo, sea de religión, política o estilo de vida, me atemoriza grandemente la idea de que en algún momento yo caiga en alguna de esas trampas mortales. Y sé bien de lo que hablo, pues he sido testigo presencial de la caída de a quienes, en un momento de sus vidas, se les llegó a llamar grandes hombres de Dios.

Y he llegado la conclusión de que las redes sociales se han convertido en el peor de los males necesarios. Se logra mucho bien a través de su uso, pero es tan inmensurable e indetenible el mal que se propaga por esos medios, que me cuestiono hasta qué punto realmente vale la pena exponerse a tanto mal, por recibir el bien que da. 

Así que, y también por Su pura gracia, yo no tomo por concedido que estoy firme en el buen camino, en el de Su verdad, y no dejo de pedirle al Autor y Consumador de mi fe que Su palabra sea mi verdad y que en ella me santifique (Juan 17:17).

Sir Winston Churchill dijo una vez que cuando la mentira le había dado la vuelta al mundo entero, la verdad apenas empezaba a vestirse. Y tanto va el cántaro al agua que sí se rompe. Es tan fuerte, tan implacable y constante el mercadeo de las tinieblas en nuestros días, que sólo la gracia de nuestro bendito Señor Jesucristo puede guardar a Sus hijos en Su luz.

Y a nuestro gran Dios las gracias más sinceras y profundas por guardar Su pueblo.


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